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viernes, 27 de abril de 2018

De la cárcel se sale, pero de tener que llegar acompañadas a casa no.





De la cárcel se sale, pero de tener que llegar acompañadas a casa no. A los hechos me remito. Desde hace un tiempo, miro a mi alrededor y veo a la gente cabreada. Es buena señal. Pensaba, ingenua, que nunca llegaría este momento. Por fin lo disfruto. Hoy no he visto sólo a mujeres en las calles de Madrid, sino también a muchos hombres. Todos haciendo ruido. Tanto ha sido el estruendo, que me ha parecido ver a la Gran Vía multiplicando su anchura. He vuelto a casa tan eufórica que me he puesto a escribir.

Cuando el ecosistema propio se te disfraza de negro y sufres una mala racha, alguna lengua optimista te pregona eso de que cuando se cae muy bajo y ya no puedes tragar más infierno, sólo te queda subir para alcanzar el cielo. Ahora leo, veo y observo las conductas de personas desconocidas que me cruzo por la calle. Esos ciudadanos y ciudadanas de a pie que por fin se deciden a empezar a gritar con ese optimismo que crece fuerte y que busca, quizás, el cielo soñado. Parece que estamos dándole un besito a la hecatombe. Parece que estamos despertando, tal vez. Aunque aún nos queda por sumarle a la desgracia algún que otro huracán. 

Estamos cabreados. Ya no nos colgamos sólo la medalla con el tweet de pésame, sino que también asaltamos las calles y nos quedamos roncos. Gritamos con rabia, señor juez. Rabia no es placer, (se lo recordamos de lejos, pero si se lo pudiésemos explicar de cerca captaría mejor los diferentes tonos que tiene un grito. Cerca y lejos, como Barrio Sésamo).

Estamos cabreados. Gritamos por los corazones llenitos de tierra que no pudieron hacerlo, por la que sufre tu incredulidad, por una hermana, por una amiga, por una  prima, por una vecina, por una compañera de trabajo… Hasta por una misma.

Os confieso que veo las imágenes de griterío con pancartas y disfruto. Recuerdo esa historia de Anastasia que a muchos la 20th Century Fox nos metió en los sesos. No la de una abuela que buscaba a su nieta. Esa no, esa toca la fibra sensible que todavía nos queda. Me refiero a la historia real. A la del levantamiento del pueblo, a la ejecución de los Románov. A la limpia de hipocresía que llevaron a cabo en un momento. Y eso que ellos no robaron ni cremas…(Que se sepa).

En el colegio nos enseñaron que la razón es la única virtud que distingue a los humanos de los animales, pero se olvidaron de contarnos las excepciones. También hay manadas que asaltan, violan y hasta saben matar si se alinean sus astros mientras dan rienda suelta a sus instintos. Y también, hay lobos sintechos, sin corazones, que ahora se enfrentan a lobas infinitas. Ellas, las poderosas, las encargadas de terminar el cuento feliz sin tanta parrafada.

Estamos cabreados con el brillo justo que le queda a la Justicia. Sí, esa que nos hace sufrir. La vacía en desamparo. La que a veces tiene que llorar en silencio repitiéndose eso de "¡con lo que yo he sido!". Ahora el vaso de paciencia se ha colmado. El tiempo de calma ha derivado en tormenta y esta tormenta larga sólo deseo que derive en sol. Un sol al que no haya necesidad de preguntarle:
¿Y si quiero hablar con extraños? ¿Y si me he depilado las piernas y quiero estrenar minifalda? (O me apetece ponérmela con pelos para trenzas) ¿Y si me apetece verme guapa con escote? ¿Y si quiero salir tan pintada como Margarita (la que es guapa) en Las Meninas? ¿Y si salgo a bailar y dejo mi copa en el lavabo y la vuelvo a coger? ¿Y si me monto en el metro sin tener que mover los ojos como Marujita Díaz? ¿Y si no tengo que andar más rápido cuando me echan un piropo por la calle por miedo a que el cazador le saque los dientes a su presa? ¿Y si no tengo que llegar a casa con un amigo que represente la figura de macho alfa protector? ¿Y si…?
Ay, ¡Qué llegue pronto ese sol bendito! ¡Al menos que ilumine a mis nietos!

Mientras tanto seguiremos cabreados y las lobas llevarán el móvil en la manos como un kit salvavidas: con linterna, con la última conexión del WhatsApp, la última historia de Instagram… 
De la cárcel se sale, pero de tener que llegar acompañadas a casa no. Aún no.


Besos en la frente, hermana. Yo sí te creo. 





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