Son casi las
doce de la noche y hablo con una amiga íntima que no lo está pasando bien. Y
abro paréntesis porque para pasarlo mal hay otros motivos de peso que no son
Covid y cierro paréntesis. Justifico su pena, como todo aquel que ha tenido que
cerrar ciclo con una persona que ama, ya sea pareja, amigo, vecino o primo. El
que esté libre de retener a alguien, a sabiendas de su toxicidad, que tire la
primera piedra.
Mi amiga llora los desplantes que le
hace una de las suyas. Pero con un llanto sordo, seco, sin hacer ruido. Como
una madre que se tapa la boca para no alarmar a sus hijos. Y, ¿quién soy yo
para decirle que no sufra? Si a mí también se me enfriaron amistades de toda la
vida que ahora solo saben mi nombre y creen que me conocen por las simples
publicaciones de Instagram.
A mi amiga le doy los consejos que
guardo porque me sirvieron. El rey de los eficaces y muy recomendado por
psicólogos es el de la carta. Folios, bolígrafo y recreación en el papel a
tiempo real de toda la mierda enquistada. Al terminar El Quijote, lo quemas. Y
como el fuego limpia y purifica en todas las culturas, en la nuestra también.
No es cuestión de que lo creas o no, es mera vivencia propia. Yo desde que
quemo papeles me va muy bien. La P de Perea etimológicamente viene de pirómana.
Y habrá quién también se lo crea.
Intercambiar problemas se nos da bien a
todos. Sabemos solucionar los de los demás, antes que los propios. La paja en
el ojo ajeno nunca se hace grande. Yo quiero a mi amiga con todas las
almas que me caben en el cuerpo. Me subo la pestaña para que ría y le mato los
dragones. Ella no sabe que me acabo de tomar dos valerianas para dormir porque
yo soy el sonajero de mi círculo y le pongo la tilde a alegría. Desconoce
que me supera este corte de rutina en el que me invento una realidad paralela
para seguir pintando con colores. Para no volverme más loca que el mundo.
Es importante mantenernos con las
piernas rectas y también reconocer que, a veces, se nos doblan. Por eso debemos
agarrarnos a los hombros de los que ponen las manos en nuestros fuegos. Ahora
más que nunca. Y debemos gritar, patalear... Antes de que las preocupaciones
engendren bola en la garganta y asfixien. Aquello que se estanca, se pudre y no
siempre es fácil limpiar de raíz lo podrido.
Querer soltar sentimientos inservibles
forma parte de la madurez y del amor propio. Nos encanta bañarnos en un mismo
río. Y cuesta asimilar que el río, léase como vida, es uno, pero sigue su curso
cambiando constantemente de agua. En el cambio está el aprendizaje.
Este presente lo entiendo como una
balanza con sus altos y bajos. La pena no puede tener ningún empuje que lleve a
la victoria. Normalicemos los sentimientos. No disimulemos las penas con
Photoshop. A todos nos cortaron los planes. A todos nos llueven las nubes. A todos
nos decepcionaron. Todos echamos de menos la vida que planeamos. Seamos bálsamo
que cicatriza. Hoy en Madrid no ha salido el sol, pero yo me lo he dibujado
como tantos días. Y por eso se lo ofrezco a mi amiga. Mantengamos la
risa como símbolo de libertad.
“Tu risa me hace libre,/ me pone alas.
/Soledades me quita, /cárcel me arranca”, escribió el poeta del pueblo Miguel
Hernández. Y cierro hoy este artículo con él, a 110 años de su
nacimiento.
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