El tiempo
muerto tiene vida. El negro tiene blanco. Las ganas también se dispersan y, a
veces, regalan unos deseos tremendos de
frenar en seco. Las luces tienen sombras. Los límites tienen personas que saben
borrarlos. La inteligencia no siempre es lista y las sonrisas, algunas veces, viajan a ese tiempo muerto del comienzo que siempre está lleno de
diversas intenciones. La ausencia no te
obliga a echar de menos y el lugar soñado, si lo pisas de imprevisto, te deja
una huella más definida y más bonita.
En esta
semana le he quitado la etiqueta a los veintiséis. Tengo dos auto invitados en
mis bolsillos: los años y los sueños. Agradezco
todo lo que soy y tengo. Por eso, a pesar de tener un post mucho más trabajado guardado en el cajón,
hoy te enseño un poema. Y no es mío. Es
de esa persona de la que aprendí todo lo que me gusta repetirme a mí misma a
diario. Porque Babilonia es un destino, el que tú quieras. Y deseo, de corazón, que algún día llegues… O que el propio corazón te lleve y tú le lleves.
“Cuando
llegues a Babilonia
se abrirán
tus pulmones como dos primaveras
y aspirarás perfumes de especias y de rosas.
Vivirás en
una casa llamada libertad, o amor, o algo trascendente.
Algún nombre
hermoso e intangible
como un
arco iris musical de sensaciones.
Nacerás cada
noche con firmamento nuevo.
Tus días
tendrán veinticuatro amaneceres
y algunas
auroras boreales.
Respirarás algo
sutil que ya conoce , ¿recuerdas?
aquel perfume
del amor tardío
que deslumbró
tu alma con soles de resurrección.
Ya sabes
que eso duele, que apasiona y que arde, no importa,
en cada
esquina de tu ciudad que es Babilonia
hallarás árboles
y gentes
que tú
confundirás con ella en la distancia.
Has tardado
en llegar, pero ahora
que pisas
suelo y cielo de Babilonia
y te rodean cantos de pájaros invisibles,
pájaros de
cuentos y canciones, pájaros de verdad
que has
coleccionado sin saberlo durante toda la vida
pájaros que
conocen tu nombre -¿cómo es posible?-
y lo
recitan por las enramadas y en las alcobas
y celebran
que tu rostro sea mensajero del amor
y te
rodean, te cercan, no te dejan nunca
porque desean
desesperadamente estar contigo
esperando que
aparezca aquel guiño de complicidad
de hace
tanto tiempo.
Cuando llegues
a Babilonia
puedes llorar
si quieres hacerlo,
pero nadie
te obligará a las lágrimas.
Sólo serán
un desahogo del sentimiento.
Y al
asomarte a la plaza de las mil fuentes
donde se reúne
el amor de Babilonia
búscala,
búscala entre el gentío que conversa animadamente,
no dejes de
buscarla
porque acaso
algún día cuando las noches dejen de doler
y cesen de crecer tantos recuerdos
Quizá y
sólo entonces
encontrarás
tu amor en Babilonia".
Florencio Montes.
Gracias a todos aquellos que son mi Babilonia.
Besos en la frente.
Ana
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