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viernes, 9 de marzo de 2018

Donde el corazón te lleve y le lleves.




El tiempo muerto tiene vida. El negro tiene blanco. Las ganas también se dispersan y, a veces, regalan unos deseos tremendos de frenar en seco. Las luces tienen sombras. Los límites tienen personas que saben borrarlos. La inteligencia no siempre es lista y las sonrisas, algunas veces, viajan a ese tiempo muerto del comienzo que siempre está lleno de diversas intenciones. La ausencia no te obliga a echar de menos y el lugar soñado, si lo pisas de imprevisto, te deja una huella más definida y más bonita.
En esta semana le he quitado la etiqueta a los veintiséis. Tengo dos auto invitados en mis bolsillos: los años y los sueños. Agradezco todo lo que soy y tengo. Por eso, a pesar de tener un post mucho más trabajado guardado en el cajón, hoy te enseño un poema. Y  no es mío. Es de esa persona de la que aprendí todo lo que me gusta repetirme a mí misma a diario. Porque Babilonia es un destino, el que tú quieras. Y deseo, de corazón, que algún día llegues… O que el propio corazón te lleve y tú le lleves. 



“Cuando llegues a Babilonia
se abrirán tus pulmones como dos primaveras
y  aspirarás perfumes de especias y de rosas.
Vivirás en una casa llamada libertad, o amor, o algo trascendente.
Algún nombre hermoso e intangible
como un arco iris musical de sensaciones.
Nacerás cada noche con firmamento nuevo.
Tus días tendrán veinticuatro amaneceres
y algunas auroras boreales.
Respirarás algo sutil que ya conoce , ¿recuerdas?
aquel perfume del amor tardío
que deslumbró tu alma con soles de resurrección.
Ya sabes que eso duele, que apasiona y que arde, no importa,
en cada esquina de tu ciudad que es Babilonia
hallarás árboles y gentes
que tú confundirás con ella en la distancia.
Has tardado en llegar, pero ahora
que pisas suelo y cielo de Babilonia
y  te rodean cantos de pájaros invisibles,
pájaros de cuentos y canciones, pájaros de verdad
que has coleccionado sin saberlo durante toda la vida
pájaros que conocen tu nombre -¿cómo es posible?-
y lo recitan por las enramadas y en las alcobas
y celebran que tu rostro sea mensajero del amor
y te rodean, te cercan, no te dejan nunca
porque desean desesperadamente estar contigo
esperando que aparezca aquel guiño de complicidad
de hace tanto tiempo.
Cuando llegues a Babilonia
puedes llorar si quieres hacerlo,
pero nadie te obligará a las lágrimas.
Sólo serán un desahogo del sentimiento.
Y al asomarte a la plaza de las mil fuentes
donde se reúne el amor de Babilonia
búscala, búscala entre el gentío que conversa animadamente,
no dejes de buscarla
porque acaso algún día cuando las noches dejen de doler
y  cesen de crecer tantos recuerdos
Quizá y sólo entonces
encontrarás tu amor en Babilonia".

Florencio Montes.

Gracias a todos aquellos que son mi Babilonia.
Besos en la frente.

Ana 

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