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viernes, 2 de marzo de 2018

La teoría del iceberg.


Dice el refrán que en esta vida se carece de todo lo que se presume, pero siempre hay excepciones. También dicen que el cariño se demuestra con hechos y ahí no hay excepción que valga. Si en algo me considero millonaria es sólo en una cosa: en amigos. No por la cantidad, sino por la calidad. Hoy me apetece presumir de una de ellas con el único cariño que conozco, el que se demuestra. El movimiento constantemente andando. 
Tenemos en común el nombre, la edad, las raíces, los principios, la sensibilidad, el presente en Madrid y la perseverancia en el trabajo. Muchos la conoceréis como Ana Pilar Corral Berbel del concurso de Canal Sur “Se llama copla”. Muchos más como Ana Corbel. Unos como paisana. Otros como compañera. Dos personas como hermana. Otras dos como hija. Y yo como amiga y regalo en esto de la vida.



No es narcisista de su cuna, pero sabe que tiene mucha suerte de haber nacido en Andalucía. Concretamente en Úbeda (Jaén), rodeada de olivares, árboles mediterráneos que cuidaron sus abuelos con recelo, mimos y constancia. Antes de que Ana balbuceara sus primeras palabras, supo que hay que esperar años para que broten las primeras aceitunas y para que de esas aceitunas se obtenga un oro líquido, también.
Nunca quiso decantarse por Biología o Química. De lo que no tuvo duda fue de ser lo que debía y quería ser. Por eso los primeros aplausos que recibió fue en el día de su Primera Comunión, cuando entonó “Ayúdame Señor a caminar” en plena iglesia para el asombro de todos los allí presentes. Me cuenta, que de su docente José Antonio del Olmo (profesor de Música que se emocionó hace pocos días viéndola grande en el teatro Lara), aprendió el “Amo lo que hago”. Este maestro orgulloso le tendió sus manos con tanta generosidad, que en el año 2003 Ana ganó su primer festival, el festival de la canción de Quesada en el que interpretó un tema de Pastora Soler.


Como mujer, alaba a la mujer talentosa. Como guapa, siempre tuvo que demostrar que también es lista. Decidida y valiente sabe que todo suma. Por este motivo, a los 16 años recibió clases de canto en Málaga y fue muy consciente de que una bofetada a tiempo es necesaria y genera milagros. De colocarse bien el micrófono nunca se olvida, tras ese fatídico día en el que le puso voz al musical Camelia y, tras un cambio de vestuario, no lo llevaba encima. Aprendió que un juego es el dominó, no el cantar. Y al cantar recordaba “Ana, pasión siempre. La música está sedienta de pasión”, de su profesor Pedro Gordillo.
Cuando le sumó un año de experiencias a la mayoría de edad, el tema “Mar blanca” de Antonio Molina la hizo pasar tres fases de casting, hasta llegar a ser concursante del programa Se llama copla. Aquella Ana, la que años más tarde por un destemplado momento de sus cuerdas vocales frenaría en seco el “A tu vera” de Concha Piquer para repetirlo en un lleno completo en la plaza de toros de Antequera, se sintió pequeña esa primera vez ante la ropa, las cámaras y la opinión de los que ya dejaron de importar. “No eres imprescindible, pero eres necesaria”, le dijeron. Y ahora guarda ese consejo tanto como las tablas que adquirió en ese formato televisivo andaluz creado por un ángel  y de apellido Custodio.


Para que te bailen, primero hay que saber bailar. Ana lo sabía. Incansable y polifacética con 21 años siguió los pasos de Pilar Astola en su academia de baile sevillana. La luz que el maestro Sorolla le puso a cada uno de sus cuadros, es la luz que a ella le inspira y que sus ojos a diario transportan. Por esta razón, Ana sabe que el arte no tiene puertas y mucho menos cerradas. 
Evitando un futuro “tenía que haber hecho”, hace dos años decidió abrir las alas en Madrid. Ella que se emociona con los que se emocionan con su voz, que no se sonroja con un “¡Qué guapa eres!”y que le pone firmeza a sus pasos cortitos, a sus 23 años decidió estudiar en la capital de España Interpretación y Técnica Lírica. En cada casting semanal al que asistía, lidió con eses forzadas y jotas marcadas de gatos, Isidros, Palomas y Almudenas.

A Ana se le cayeron los miedos y nunca los anillos. Por eso sabe el dolor que causan unos tacones de azafata cuando el deber y el hacer no concuerdan con el sueño innato del alma.
Si le preguntas por el futuro, antes dudaba la respuesta. Ahora te contesta que se imagina luchando. Mucho tiene que ver en eso el productor Paco Ortega. Su “Necesitas un proyecto” derivó en el presente dulce y merecido que ahora disfruta en carne propia. Dos temas, un single y horas de estudio derivaron en historia. La historia en un sueño y Ana lo llama “primer trabajo discográfico profesional”. Las listas musicales lo llaman Ana Corbel. Y los que la queremos lo catalogamos en obra de arte.


Esa chica, a punto de cumplir 26 años, no disfruta viéndose en pantalla. Se aferra a su abuelo Juan Manuel cuando quiere sentir ese amor incondicional que nadie puede pagar y entona “Andaluces de Jaén” en el disco homenaje al poeta Miguel Hernández con un pellizco en el corazón. 
Cada vez que se baja del escenario, antes de beber agua, busca las caras de sus padres y respira hondo. Ella, la que se alegra del bien ajeno y prefiere sólo saber los nombres de sus amigos. Ella, la que no se atreve a compartir una charla con Alejandro Fernández, ni teniéndolo a medio metro, aunque sueñe un dueto con él en uno de sus discos. Esa chica constante, pasional, generosa y sincera es mi amiga. Tomar un café con ella es sanador. Verla crecer me pone tan feliz como un éxito propio.


Hoy te he contado la trayectoria de Ana porque puede que te represente de alguna manera si has luchado con uñas y dientes por un sueño. A mí me hace confirmar una teoría que, permíteme, me ha identificado siempre. La teoría del iceberg de Ernest Hemingway. Esa teoría en Psicología viene a representar eso de que sólo tiene nuestra atención aquello que percibimos a simple vista. Sólo divisamos  la punta del iceberg, nunca el inmenso bloque de hielo que es invisible a nuestros ojos y que perdura en las profundidades del mar. Sólo vemos un 20% de ese hielo. Sólo un 20% de ese trabajo constante.


Antes de juzgar a una persona, acuérdate de esta teoría. Te harás un regalo a ti mismo, no perderás el tiempo en vidas ajenas y todo lo que irá llegando para quedarse será bueno. Recibirás regalos. Mírame a mí, me llegó Ana. Mi amiga Ana.



 Besos en la frente.

Ana 








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