Recordaré
este verano por todo lo que aprendí. He de decirte que nunca me fui del blog
por falta de ganas, sólo por la escasez de tiempo que derivó en ideas planas,
las cuales no me apetecieron dejarlas en
este pequeño rincón para la posteridad.
Después de
tormentas inesperadas y calma bien avenida, después de trabajo, presión en el
pecho, diferentes puestas de sol en el mar, cervezas sanadoras, folios
desperdigados de una novela a medio terminar, charlas coherentes y diversos abrazos que por suerte llegaron, he vuelto.
Retomo con amor,
organización y mente clara. La luz de este faro me acerca a ti, siempre lo supe.
Por esta razón, la voy a nutrir
con historias y te voy a continuar presentando a las personas que me acompañan
en el camino.
He vuelto
entusiasmada, sólo para decirte que aún te queda mucha vida. Te quedan muchos
sueños a los que cortarles la etiqueta. Te quedan por conocer muchos corazones
agrietados que rechazarán tu amor porque no te lo pidieron. Te queda mucha
valentía por experimentar, escandalosos despertadores por apagar y demasiados
silencios por controlar que ganarán el oro. Te quedan hielos por derretir, colillas
por apagar, muchos libros por abrir y canciones por pasar. Te queda darle voz y
voto a la resiliencia, dejarte querer y olvidar sin recordar. Aún te quedan primaveras, veranos, otoños e
inviernos por sacar del armario y que te abrochen. Te quedan ojos a los que
nunca vas a cansarte de darles las gracias. Te quedan camas, terrazas, mensajes
inesperados y secretos selectivos confesables. Te quedan cortes de pelo,
zapatos nuevos y lugares a los que siempre desearás volver. Te queda egoísmo ajeno
sin comprender y piropos que no pedirás, pero que te volverán el corazón más
rojo. Te queda mentira por esquivar y colocar focos puros en el único camino
que tiene la verdad. Te queda hacer horas extras para escuchar y un sinfín de
puertas por cerrar. Te queda sol, te queda luna. Te quedan golpes de suerte y
pruebas del destino que te servirán para seleccionar a las almas que siempre
vas a querer que sostengan la tuya.
Aún te
queda, aún me queda.
Empezaba
este texto diciéndote que he tenido un verano maestro y te lo argumento. En una
de esas charlas coherentes que mencionaba antes, un amigo me explicó la teoría
del sándwich en Psicología. Es maravillosa. Te cuento: sirve para que esa
persona que tienes justo enfrente acepte tus sugerencias y tus cambios. Un sándwich
se divide en tres capas y la teoría que te voy a contar, también. En la primera
se expresa amor, el corazón se ablanda y no se usan palabras que puedan molestar
a tu receptor. En la segunda capa, se lanza el objetivo y el “pero”. Se suelta el mensaje de lleno, sin anestesia. En la
tercera y última capa se vuelve a las buenas palabras y preciosos deseos. Más,
menos, más. A veces, la letra con sangre no entra. Ese refrán nos lo han
vendido como tantos ultraprocesados “buenos para la salud” que nos llenan la
nevera. Creo, sinceramente que esta técnica es correcta hasta para los egos más
grandes. “La mano izquierda”, que se dice en mi pueblo. Y ahora releyendo esta
entrada me he dado cuenta de lo interiorizada que tengo esta teoría gracias a mi
amigo: he empezado con buenas palabras, te he dicho todo lo que aún te queda y
ahora me despido con amor.
Me fui para
desenredarme el caos. He vuelto por el placer de volver.
Gracias por
hacer que me ilusione con la simpleza de un “te echaba de menos”.
Bienvenidos/as
a La luz de mi faro.
Besos en la frente.
Ana
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