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miércoles, 19 de septiembre de 2018

Aún te queda, aún me queda.



Recordaré este verano por todo lo que aprendí. He de decirte que nunca me fui del blog por falta de ganas, sólo por la escasez de tiempo que derivó en ideas planas, las cuales no me apetecieron dejarlas en este pequeño rincón para la posteridad.

Después de tormentas inesperadas y calma bien avenida, después de trabajo, presión en el pecho, diferentes puestas de sol en el mar, cervezas sanadoras, folios desperdigados de una novela a medio terminar, charlas coherentes y diversos abrazos que por suerte llegaron, he vuelto.
Retomo con amor, organización y mente clara. La luz de este faro me acerca a ti, siempre lo supe.  Por esta razón, la voy a nutrir con historias y te voy a continuar presentando a las personas que me acompañan en el camino.



He vuelto entusiasmada, sólo para decirte que aún te queda mucha vida. Te quedan muchos sueños a los que cortarles la etiqueta. Te quedan por conocer muchos corazones agrietados que rechazarán tu amor porque no te lo pidieron. Te queda mucha valentía por experimentar, escandalosos despertadores por apagar y demasiados silencios por controlar que ganarán el oro. Te quedan hielos por derretir, colillas por apagar, muchos libros por abrir y canciones por pasar. Te queda darle voz y voto a la resiliencia, dejarte querer y olvidar sin recordar. Aún te quedan primaveras, veranos, otoños e inviernos por sacar del armario y que te abrochen. Te quedan ojos a los que nunca vas a cansarte de darles las gracias. Te quedan camas, terrazas, mensajes inesperados y secretos selectivos confesables. Te quedan cortes de pelo, zapatos nuevos y lugares a los que siempre desearás volver. Te queda egoísmo ajeno sin comprender y piropos que no pedirás, pero que te volverán el corazón más rojo. Te queda mentira por esquivar y colocar focos puros en el único camino que tiene la verdad. Te queda hacer horas extras para escuchar y un sinfín de puertas por cerrar. Te queda sol, te queda luna. Te quedan golpes de suerte y pruebas del destino que te servirán para seleccionar a las almas que siempre vas a querer que sostengan la tuya.
Aún te queda, aún  me queda.

Empezaba este texto diciéndote que he tenido un verano maestro y te lo argumento. En una de esas charlas coherentes que mencionaba antes, un amigo me explicó la teoría del sándwich en Psicología. Es maravillosa. Te cuento: sirve para que esa persona que tienes justo enfrente acepte tus sugerencias y tus cambios. Un sándwich se divide en tres capas y la teoría que te voy a contar, también. En la primera se expresa amor, el corazón se ablanda y no se usan palabras que puedan molestar a tu receptor. En la segunda capa, se lanza el objetivo y el “pero”. Se suelta  el mensaje de lleno, sin anestesia. En la tercera y última capa se vuelve a las buenas palabras y preciosos deseos. Más, menos, más. A veces, la letra con sangre no entra. Ese refrán nos lo han vendido como tantos ultraprocesados “buenos para la salud” que nos llenan la nevera. Creo, sinceramente que esta técnica es correcta hasta para los egos más grandes. “La mano izquierda”, que se dice en mi pueblo. Y ahora releyendo esta entrada me he dado cuenta de lo interiorizada que tengo esta teoría gracias a mi amigo: he empezado con buenas palabras, te he dicho todo lo que aún te queda y ahora me despido con amor.

Me fui para desenredarme el caos. He vuelto por el placer de volver.
Gracias por hacer que me ilusione con la simpleza de un “te echaba de menos”.

Bienvenidos/as a La luz de mi faro.


Besos en la frente.

Ana

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