Una aclaración: estas palabras no son de una católica apostólica romana. Son de una chica que venera, por encima de sí misma, las tradiciones andaluzas con las que creció y que tiene un ideal de Jesús como un ser de luz tan carismático y adelantado a su tiempo, que le hubiera encantado ser su amiga. La gente que hace por el pueblo y es del pueblo no debe morirse nunca, porque nos salva siempre. Dicho queda.
El mundo, tal y como lo conocemos, tiene divisiones:
izquierda o derecha, blanco o negro, zurdo o diestro, Cádiz o Jerez, playa o
montaña, Real Madrid o Barcelona, Sevilla o Betis, la Esperanza de Triana o la
Macarena. El que niegue esta realidad, que no siga leyendo.
Ahora resurge una nueva corriente que palpo a mi alrededor
en todos los ámbitos y que me encanta: las nuevas generaciones rescatan lo vintage.
Lo antiguo. Lo que vivieron nuestros ancestros. Y lo dibujan en el lienzo del
presente. Ropa, pintura, teatro, música, literatura, gastronomía… Y este hecho
demuestra una verdad absoluta: todo está inventado. Alguien lo puso antes que
nosotros y reconocerlo nos genera riqueza y un crecimiento intelectual brutal.
Como estamos en Semana Santa y soy sevillana, voy a traerme
con términos actuales y modernos a un icono de mi tierra: la virgen de la
Macarena, la mayor influencer.
La Macarena no es de Sevilla, es del mundo. Hasta mi tía en
un viaje a Puerto Rico se encontró su imagen en la guantera de un taxista. Y
ser del mundo es existir por encima de kilómetros, razas, fe, política e
idiomas. La cara de esa virgen es universal. Hay réplicas repartidas por el
globo terráqueo. Su basílica, dicen los estudios, que es el tercer lugar más
visitado del planeta. No es invención propia, ni ombliguismo andaluz. Yo no
conozco la gloria, pero juraría que se asemeja al ambiente que respiro cuando
atravieso el arco amarillo entre vestigios árabes. Su barrio homónimo lleva en
los genes la diversidad desde el principio de los tiempos. Hay sitio y amor
para los vecinos de siempre, para el negro, el moro, el chino y el ausente. La
calle san Luis es una tráquea multicultural de adoquines que conduce en línea
recta al corazón lleno de Esperanza. Por eso la esperanza se llama Macarena y
esperanza encuentra el que se emboba con su perfil.
Igual que existe la moda de caballero, de señora, de niños o
de trajes de flamenca, en el gremio de la Semana Santa, también se dan ciertos
patrones a la hora de vestir a las imágenes que procesionan. Un Nazareno puede
portar la túnica lisa o bordada. El manto de una virgen puede ser pintado o de
terciopelo liso o bordado en oro o en plata. El encaje que rodea la cara (llámese
pecherín) puede ser de un color uniforme y básico como el beige, o con pizcas
de color. La Macarena es simbólica hasta para eso. Continuamente vemos en redes
cómo la actriz de moda agota el último vestido de Zara. Y lo agota porque lo
copiamos. La Macarena es esa actriz de moda en el ámbito de las vírgenes. No
hay ni un solo vestidor o camarera que tenga el trabajo de vestir advocaciones
marianas y que no le haya echado una mirada rápida a la Esperanza Macarena. Y
si no se la ha echado, debería. Ella es el buen gusto donde nada sobra, ni
falta. Es el canon. La elegancia. Si lo lleva puesto la Macarena, yo también,
aunque no quede igual. Cualquier trozo de tela en sus hechuras es verdad
absoluta e indiscutible. Su vestidor actual pasa completamente desapercibido.
No presume porque no carece. Actúa sigiloso como un líder mundial auténtico,
cuyo manejo del mundo no conoce ni Dios. Ese es el poder real. ¿En qué piensa
ese hombre, de mirada baja y tímida cuando le coloca a la virgen las cinco mariquillas
verdes que le regaló Joselito el Gallo? Nadie lo sabe. Pero esas mariquillas
tienen nombre propio. Aunque las veas de pasada en el confín de la tierra,
sabes que huelen a Esperanza. Porque son solo de Ella: la mayor influencer de
Sevilla.
¿Qué tendrá esa talla anónima que maravilla hasta al más
ateo? ¿Será el brillo en los ojos? Que ni las estrellas que se bañan en las
noches de verano en el Guadalquivir igualan su brillo. ¿Será su cara de mujer
morena? Símbolo racial de Andalucía, la inspiración de Romero de Torres. ¿Será
que ríe su pena? ¿O la llora y nos engaña a todos? ¿Será ese poderío que gasta al
regalar cobijo tras un escalofrío repentino? ¿Qué será? Nadie descifra el
misterio de seguidores de la matriarca de Sevilla.
Como bien decía antes, el mundo tiene divisiones, y aunque
yo tenga un ancla marinera en la mesita de noche y parte de mi corazón en la
orilla trianera, la razón no quita el conocimiento. Y al que se lo quite, sepa
que no lleva la razón.
“Como Tú, ninguna”, recitó el poeta Antonio Rodríguez
Buzón. “Pasa la luz, pasa Sevilla, pasa la madre de Dios”, le cantó
Carlos Cano. “Con la Macarena comulgo”, escribió Manuel Machado. Marujita
Díaz, Juanita Reina y tantos y tantas… Generaciones enteras. Lluvia de corazones
rojos para Ella. Lluvia que aún hoy cae desde cualquier cielo sin disminuir la intensidad.
“Me gusta”, “me gusta”, “me gusta”.
Y, ¿Qué tiene el rostro de la Macarena para movilizar tantas
cabezas? Si hasta los más estudiados en Historia del Arte no hallan el enigma.
No es cuestión de examen. Tampoco de fe. Entonces, ¿Qué será?
Yo creo que son sus manos. En ellas guarda el secreto y lo
alza tan a la vista, que nadie lo ve. Sus manos se encienden por las noches
como un par de luciérnagas y adquieren el color del sentimiento que todos
andamos buscando. El único que guarda Pandora con recelo: el verde, verde
esperanza. Al caer la noche, cuando la última pisada se pierde en el silencio
de su basílica y su barrio duerme, Ella recarga sus manos y al día siguiente,
como un hada madrina que levanta su varita y cumple deseos, ella salpica el
polvo mágico de la esperanza sin dejarle espacio al vacío. Yo creo que es eso. La
esperanza. El verde esperanza. La influencia de la esperanza. Y por eso la esperanza se llama Macarena.
Cuanto talento miarmaaaaaa!!! De verdad que gustazo para los ojos poder leerte!!!
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras.
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