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jueves, 25 de enero de 2018

La primera vez.

Hola, soy Ana.
Te doy la bienvenida a mi pequeño rincón. Aquí me inspiro, voy en zapatillas, ando como en casa, bebo mucho café y me molestan las lentillas. Plasmo con las manos gran parte de todo lo que charlo por los codos. Mi estado de ánimo se mide en la cantidad de rojo que me pongo en los labios. Así de fácil se lo pongo al mundo.
Me lié la manta a la cabeza en tres lugares: Marchena, Sevilla y Madrid. Por eso, desde hace ya algunos años, tengo el corazón dividido en tres cielos, sin ser multitud.

De pequeña cogía un cartón y me imaginaba que era una guitarra. Años más tarde, la tuve. Cada verano, cuando disfrutaba unos días del mar con mi familia, me dedicaba a enseñar la casa o habitación de hotel como una reportera dicharachera, mientras que la paciencia de mi madre me inmortalizaba con la cámara de vídeo. Años más tarde, el micrófono se volvió prolongación de mi cuerpo y, a día de hoy, no me imaginaría la vida sin él.
Desde que me montaba en un taburete y los pies no pisaban mundo, me gustaba ya contar (que no números, siempre historias). Si me terminas leyendo, ahora le daré la razón al verbo insistir.

Me he prometido disfrutarte, saborearte y contarte todo lo que algunas veces no me digo ni a mí misma y menos en voz alta. Hablaré de mis pasiones, de esas charlas que comparto con personas a las que admiro, de los lugares que me guardo en las retinas, de los sueños que me quedan por cumplir y te vuelco el contenedor de emociones que siempre vienen conmigo. Todo bajo una luz. La que me alumbra el camino. Mi favorita. La que nunca se apaga y brilla hasta en la más profunda oscuridad...

La luz de mi faro.

 "Gracias por haber venido a abrigarme el corazón", que diría el maestro.

 Besos en la frente.

 Ana







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