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martes, 18 de mayo de 2021

Luis García Montero: el lector.

 


A la tercera va la vencida y a la tercera ha sido. El refranero español dicta leyes, que no los reyes. Luis ha llegado al blog, entre reunión y reunión, dibujándole al faro una silueta de calma, pero fluida. Como la que un pintor espontáneo garabatea en una servilleta mientras reposa la comida. Ese es su estado natural, la calma. Calma y temple del que aporta bondades y cultura al mundo sin ningún tipo de presunción. Y con el mérito del que selecciona sus espacios perfectamente acotados, a pesar de tener la agenda repleta de quehaceres. De Luis aprendió Dios el llegar a todas partes. Cero dudas de esto.

Desde el año 2018 dirige el Instituto Cervantes con una batuta de sabiduría, carisma y amor por las letras siendo fiel seguidor del famoso manco de Lepanto. Pero él no es manco. Posee una brillante y política mano izquierda. Piensa antes de hablar. Escucha para responder. Empatiza con los diversos argumentos del exterior y observa sus detalles antes de contarlos. A la vieja usanza, como los buenos maestros. Y por eso, todos los que gozamos la fortuna de tenerlo cerca, duplicamos los años de vida. Para él, estar al mando de la institución que cumple treinta años y protege al español por todo el mundo es motivo de alegría. Si Cervantes atravesara las puertas de la calle Barquillo, Luis no dudaría en compartir con él ciertas ironías quijotescas y le mostraría con entusiasmo el cuadro de Jáuregui que preside su despacho.

El que observa es porque sabe mucho y si sabe mucho es porque ha leído bastante. Todas sus facetas (escritor, poeta, ensayista, profesor…) nacen de una: el lector. En ella resalta su auténtico yo. La única etiqueta que se cuelga. La lectura es la semilla de Luis y de ahí nacieron sus diferentes ramas. Fuertes y fascinantes todas ellas. Entiende mejor el presente político con las bases de Antonio Machado, Federico García Lorca o Teresa de Jesús entre otros muchos autores.

Aunque reside en Madrid, su auténtico oasis es la bahía de Cádiz y desea que su paso por esta vida termine allí. Quizás, por aquello de que todos somos de esos lugares donde nos esperan. Allí lo espera la reunión de poetas amigos, hasta los que ya no están en este plano. Porque los muertos poseen una segunda vida, que late en las lenguas de todos los que los recuerdan. Ángel González y José Manuel Caballero Bonald, por ejemplo, siempre tendrán un amplio espacio en su corazón. ¿A quién no le gustaría haber vivido una de esas sobremesas eternas con olor a mar? Con Sabina, Felipe Benítez Reyes, Almudena Grandes (mujer de Luis). Literatura viva. Yo le he confesado que ese hubiera sido mi lugar favorito en el mundo. Y él sonríe y asiente.

“Aunque tú no lo sepas, con los años, este desorden fundará tu vida como los ríos fundan sus ciudades”.  De toda la antología poética de Luis, a mí me marcaron esos versos porque con el tiempo los entendí. Porque los desórdenes crean nuevas oportunidades. Él entro en la universidad cuando había que vencer una dictadura para crear una democracia y eso le dio el compromiso social que mantiene en su día a día. Sus artículos domingueros en Infolibre dan fe de esto y lanza un discurso progresista en el que nos muestra a la altura de los ojos que estamos a tiempo de cambiar cualquier desigualdad mundana y exaltar los derechos humanos para buscar una buena salida.

Y a la salida de esta charla llega Luis recitándome cuatro versos propios:

“Si alguna vez la vida te maltrata,

acuérdate de mí,

que no puede cansarse de esperar

aquel que no se cansa de mirarte”.

A la tercera fue la vencida, pero lo conseguimos. Este faro cada vez que se sienta maltratado acudirá a este rato agradable para brillar con tu presencia, querido Luis. Gracias por la compañía y tu tiempo. “Aunque tú no lo sepas”, con la cultura de la palabra has fundado un imperio en el que no existe el desorden. Gracias, Luis. 






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