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viernes, 30 de octubre de 2020

La risa como símbolo de libertad.

Son casi las doce de la noche y hablo con una amiga íntima que no lo está pasando bien. Y abro paréntesis porque para pasarlo mal hay otros motivos de peso que no son Covid y cierro paréntesis. Justifico su pena, como todo aquel que ha tenido que cerrar ciclo con una persona que ama, ya sea pareja, amigo, vecino o primo. El que esté libre de retener a alguien, a sabiendas de su toxicidad, que tire la primera piedra. 

Mi amiga llora los desplantes que le hace una de las suyas. Pero con un llanto sordo, seco, sin hacer ruido. Como una madre que se tapa la boca para no alarmar a sus hijos. Y, ¿quién soy yo para decirle que no sufra? Si a mí también se me enfriaron amistades de toda la vida que ahora solo saben mi nombre y creen que me conocen por las simples publicaciones de Instagram. 

A mi amiga le doy los consejos que guardo porque me sirvieron. El rey de los eficaces y muy recomendado por psicólogos es el de la carta. Folios, bolígrafo y recreación en el papel a tiempo real de toda la mierda enquistada. Al terminar El Quijote, lo quemas. Y como el fuego limpia y purifica en todas las culturas, en la nuestra también. No es cuestión de que lo creas o no, es mera vivencia propia. Yo desde que quemo papeles me va muy bien. La P de Perea etimológicamente viene de pirómana. Y habrá quién también se lo crea. 

 

Intercambiar problemas se nos da bien a todos. Sabemos solucionar los de los demás, antes que los propios. La paja en el ojo ajeno nunca se hace grande. Yo quiero a mi amiga con todas las almas que me caben en el cuerpo. Me subo la pestaña para que ría y le mato los dragones. Ella no sabe que me acabo de tomar dos valerianas para dormir porque yo soy el sonajero de mi círculo y le pongo la tilde a alegría. Desconoce que me supera este corte de rutina en el que me invento una realidad paralela para seguir pintando con colores. Para no volverme más loca que el mundo. 

Es importante mantenernos con las piernas rectas y también reconocer que, a veces, se nos doblan. Por eso debemos agarrarnos a los hombros de los que ponen las manos en nuestros fuegos. Ahora más que nunca. Y debemos gritar, patalear... Antes de que las preocupaciones engendren bola en la garganta y asfixien. Aquello que se estanca, se pudre y no siempre es fácil limpiar de raíz lo podrido.

Querer soltar sentimientos inservibles forma parte de la madurez y del amor propio. Nos encanta bañarnos en un mismo río. Y cuesta asimilar que el río, léase como vida, es uno, pero sigue su curso cambiando constantemente de agua. En el cambio está el aprendizaje. 

 

Este presente lo entiendo como una balanza con sus altos y bajos. La pena no puede tener ningún empuje que lleve a la victoria. Normalicemos los sentimientos. No disimulemos las penas con Photoshop. A todos nos cortaron los planes. A todos nos llueven las nubes. A todos nos decepcionaron. Todos echamos de menos la vida que planeamos. Seamos bálsamo que cicatriza. Hoy en Madrid no ha salido el sol, pero yo me lo he dibujado como tantos días. Y por eso se lo ofrezco a mi amiga. Mantengamos la risa como símbolo de libertad.

 

“Tu risa me hace libre,/ me pone alas. /Soledades me quita, /cárcel me arranca”, escribió el poeta del pueblo Miguel Hernández. Y cierro hoy este artículo con él, a 110 años de su nacimiento. 




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