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lunes, 26 de octubre de 2020

Lo que nos ha cambiado el cuento.

Lo que nos ha cambiado el cuento. Un toque de queda lo rompió. Ya no volvemos a las doce de la noche con el zapato de cristal y nos cae multa por montar la fiesta en casa a lo Blancanieves con los enanos. Atrás quedaron los bailoteos. Ya los padres duermen tranquilos porque no tienen a ningún hijo perdido en mitad del océano. Hasta los gatos se quedan tocando el piano en los domicilios de sus amos. Todos quieren ser un gato Jazz.

Lo que nos ha cambiado el cuento. Ya no hay noches de amor entre dos leones y el cielo no trae paz. Pocahontas no conoce a John Smith porque necesita un motivo de peso para viajar. El paseo de la alfombra voladora va a tener que esperar a que el mundo se vuelva más ideal. Somos como los buitres preguntando a Mowgli: “¿Qué vamos a hacer?” y “¿Qué quieres hacer tú?”. Más alto queríamos subir y esto nos hace sufrir.

Lo que nos ha cambiado el cuento. En los mil colores del viento que no vemos, nos nace al unísono un “¿Falta mucho?”, como ese asno que ansia llegar al reino de “Muy muy lejano” donde ahora queda nuestra añorada normalidad. Ya hasta los monstruos están perdiendo el negocio. Ni nos asustamos con ellos. Cruella de Vil ya no es un espanto y Maléfica nos parece más bella que el manojo de princesas.

Lo que nos ha cambiado el cuento. Seguid el ejemplo de Bella: refugiada en libros y lidiando con su propia Bestia. Pero tened cuidado con el síndrome de Estocolmo, también mata. Hasta el espejo se cansa de vernos en chándal y no nos dice que somos los más guapos del reino ni por cumplir. La Sirenita ya no quiere las dos piernas, si total, para no salir del agua… Y no pierde la voz, solo los nervios.

Lo que nos ha cambiado el cuento. Yo le he pedido a los Reyes Magos la motivación de Mulán y que la imaginación siga llevándonos al País de Nunca Jamás. Estamos enredados como la melena de Rapunzel. Tenemos las casitas llenas de chocolate y las intenciones de la Bella durmiente: mejor dormir para olvidar. El cambio de hora ha convertido los hogares en el inframundo de Hades. Hércules está desganado y no va a sacar ni el traje para Nochevieja. Sabe que las gambas las va a pelar con la Ohana, que significa familia, a través de pantallas y en la última campanada va a soltar el año como Frozen.

Lo que nos ha cambiado el cuento. Un toque de queda nos lo rompió de tanto usarlo. Una mañana gris al abrazarnos sentimos un crujido frío y seco. Cerramos nuestros ojos y pensamos: se nos rompió el cuento de tanto usarlo, como predijo La más grande.

 ¿O era el amor? ¡Qué más dará!




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